18.7.2019. Así como llegó, se fue: envuelto en varios misterios. Supuestamente, atravesó la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, tomó la Autopista que conecta a ese distrito con La Plata para llegar hasta el taller de un amigo.
El viejo Ford Falcon color “café con leche” fue estacionado esta mañana a metros del taller en cuestión, ubicado en el límite entre las ciudades de La Plata y Berisso. En ese lugar debían hacerle unos ajustes para poder seguir circulando sin problemas hasta que algún nuevo achaque, producto de su antigüedad, aparezca en cualquier momento.
“Perdonenme, no quiero fotos, pero al auto sáquenle todas las que quieran”, les dijo de manera muy cordial el propietario del vehículo a los integrantes de este portal, quienes casualmente pasaban por el lugar y se detuvieron por alqo que les había llamado la atención: en la parrilla estaba enganchada una calavera.
Tanta fue la observación, que el conductor del Ford aclaró enseguida: “Ese cráneo es de mi padre”, dijo. Al observar las caras de asombro de sus interlocutores, el hombre amplió su relato.
“Este auto, mi papá lo compró cero kilómetro en los primeros años de la década del ‘70. Fue el auto de su vida, lo amó”, comenzó a contar. Pero el fin de la historia era lo evidente y más interesante por saber: “Años después de que mi papá muere, fuimos al cementerio a retirar sus restos… bueno… yo me quedé con el cráneo y ahí lo ven, en la parrilla del auto que tanto quiso”.
Mientras sus interlocutores no salían del asombro por la anécdota contada y observaban algunos detalles más del Ford Falcon -como ser las cadenas que lo bordean y que además contienen el capot- el misterioso personaje se alejó rápidamente pero antes dejó otra frase impactante: “En la guantera llevo también algunos restitos, pero muy chiquitos”.
Como se dijo, no quiso fotos. Ni tampoco dar su nombre.
“Soy de Capital, de la zona de Parque Centenario”, acotó al pasar. Y se fue.
Será cuestión de creer. O simplemente no creer. En fin.