Peronismo, Progresismo y Pensamiento Nacional

Peronismo, Progresismo y Pensamiento Nacional

Texto: Osvaldo Dameno (*).

13.8.2020. El presidente se autoproclama progresista y su gobierno sigue ese sendero. Se pueden hacer algunas reflexiones que tal vez sean útiles para aclarar el sentido de distintos temas y la calificación de la coalición que ejerce el poder.

El nacimiento de los Estados nacionales es un producto de las revoluciones de pensamiento liberal, para lograr la derrota del ancien regime en el siglo XVIII. Esto significó la promoción de distintas uniformidades, como idiomas, culturas, legislación, etc. en territorios determinados. Se creó la conciencia de nación, a veces a la fuerza, a veces pacíficamente. Los beneficios sociales y políticos fueron muy grandes. El poder pasó de los Reyes o señores feudales a pertenecer al pueblo. La educación se convirtió en uniforme y no solo para las élites religiosas o del poder lo que posibilitó una base genérica de conocimientos compartidos por todos y una preparación para el desempeño individual ante la era industrial.

La estrategia principal empleada con las minorías fue la asimilación forzosa. Este proceso no siempre alcanzó el objetivo deseado y muchos grupos han luchado por su insatisfacción ante la colisión entre su identidad y la propagada por los Estados nacionales. La cuestión de los diferentes nacionalismos surgidos en distintos países son aún hoy un problema a solucionar. Muchas otras minorías sufren invisibilización o persecución por sus características diferenciales con relación a la mayoría que rige los destinos nacionales y este es claramente un tema que merece toda la atención para eliminar tales desigualdades.

Dicho esto, tenemos que prestar atención a la evolución de las ideas de izquierda. Quien mejor expone el tema es Schapire, perteneciente a la izquierda racionalista, antirreligiosa, pro libertades, heredera de las luces, emancipadora, de origen marxista. Su enemiga era la derecha conservadora, promotora de la censura y la represión. Pero eso ha cambiado. Ahora ya no tiene más como eje al trabajador, su electorado no es el obrero, sino las minorías. Etnicas, religiosas, sexuales, de género o incluso de ordenamiento social como el garantismo, el abolicionismo o el desdén por el esfuerzo en la educación. Los progres están alejados de la sociedad que dicen representar, se alimentan de su propio ecosistema ideológico. La izquierda se ha vuelto reaccionaria. Ayer luchaba por la libertad, hoy justifica la censura. Aún manteniendo su antiimperialismo encuentra aliados impensados como las teocracias que voltearon las torres o en los peores enemigos de la libertad. Critica el machismo en las publicidades pero se abraza con Putin que rechaza la homosexualidad. Justifica aberraciones que cometan aliados ideológicos enmarcándolas en una relación opresor-oprimido mucho mayor donde la sociedad es la culpable de los delitos. Promueve la impunidad de los amigos.

Muestra a la mujer feminista con rasgos de lucha y se deja de lado a las que no entran en ese casillero. Censura la cultura, impone formas de hablar, una policía del lenguaje que hace del hablar algo muy complicado. Una jerga entre facciones, un código entre iguales que se creen superiores. Hoy hay libros que nunca se van a escribir. En cada película deben estar todas las minorías representadas. Una actriz hetero no puede hacer un papel de trans. Si alguien ha hecho algo inconveniente en el pasado tal vez no pueda actuar o presentar un evento. El análisis moral de los autores puede vaciar las bibliotecas.

No está mal la defensa de las minorías o expresar las injusticias del poder, pero sí la hipocresía de la doble moral. El progresismo mata la disidencia y el debate. Las consignas y eslóganes hacen lo mismo con la razón. Desaparece la justicia social confundida con la asistencia. Surgen aventureros que propician robos de tierras y usurpación de propiedades. Como un archipiélago de identidades en pugna, se propicia el enfrentamiento tribal en reemplazo del "nosotros", necesario para cualquier proyecto colectivo. Se prescinde de los consensos. Vamos a la infantilización donde en las redes sociales vemos a cada uno en su propia burbuja. Te define tu sexualidad o color de piel más allá de tu manera de pensar. Es curioso porque eso era patrimonio del fascismo y del nazismo.

La izquierda abandonó sus sujetos históricos, los obreros, los desposeídos, para dedicarse a las minorías sexuales, etnicas, religiosas, a los presos también. Ello entregó el campo Nacional al populismo de derecha, nacionalista y autoritario. Trump, Marine Le Pen, Mateo Salvini, Bolsonaro son en cierto sentido productos de ese estado de cosas. Esos dirigentes de la nueva derecha con un discurso seductor conquistan vastos sectores mientras la izquierda progresista se dedicó a los grandes beneficiarios de la globalización, las minorías.

En nuestro país el gran interlocutor de los trabajadores siempre fue el peronismo, hoy anestesiado y cooptado. Ese gran sector social se quedó sin referencia política. Su lugar lo ocupan los movimientos sociales creado por y para el kirchnerismo, que lo utiliza con la zanahoria de la ayuda social y cargos públicos y otros beneficios para sus gerenciadores. El rumbo y el pensamiento del gobierno no tienen puntos en común con la doctrina justicialista.

Asistimos aquí a la peor versión de la desnaturalización de la izquierda, porque en un cóctel amargo se combina con prácticas que la desmerecen aún más, como el sesgo de las organizaciones de derechos humanos, la corrupción, el continuo esmerilamiento de las instituciones más importantes de la República y su probada torpeza y falta de idoneidad. El peronismo afronta una encrucijada que puede llevarlo a la desaparición.

(*) Abogado. Ciudad de La Plata.

 

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