3.8.2018. La imponente casa ubicada en la calle 55 entre 7 y 8 de La Plata fue, desde el comienzo de la dictadura militar que duró desde el 24 de marzo de 1976 hasta el 10 de diciembre de 1983, el lugar desde donde se sembró el miedo y el terror de Estado.
En su época del peor rigor represivo, estaba pintada de un verde militar clásico. Siempre oscuro y misterioso, para el común de los ciudadanos ese inmueble era conocido como “el lugar donde hacen inteligencia y espionaje”. Por las dudas, nadie se animaba a detenerse frente a sus puertas por miedo al disparo de algún centinela de guardia apostado en la garita superior.
Efectivamente, allí funcionó el Destacamento de Inteligencia 101 dependiente del Comando del Primer Cuerpo del Ejército. Según el cartel explicativo colocado en una de las paredes del frente, dice: “Desde aquí se planificaron y ejecutaron crímenes de lesa humanidad”.
No obstante, en la placa en cuestión se señala que la planificación del accionar represivo comenzó en el año 1975, cuando el país era gobernado constitucionalmente por la justicialista María Estela Martínez de Perón, derrocada mediante el golpe de Estado ocurrido el 24 de marzo de 1976.
También se señala en esa placa de acrílico que luce abandonada como el resto del edificio (habrá que preguntarse si en ese estado sirve para reflejar o educar en la memoria) que allí se “diseñó, controló y ejecutó el accionar represivo ilegal del Estado en el Partido de La Plata y otras localidades bonaerenses”.
“El Destacamento 101 coordinaba las tareas de inteligencia para el secuestro de hombres y mujeres perseguidos por su militancia política, social y sindical”, dice.
Desde ese inmueble, también, se comandó la represión en el ex centro clandestino de detención conocido como “La Cacha”, que estaba ubicado en la localidad platense de Lisandro Olmos. Algunos de los crímenes allí cometidos fueron juzgados por el Tribunal Oral Federal N° 1 de La Plata desde diciembre de 2013.
En octubre de 2014, representantes del ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación, junto a la Secretaría de Derechos Humanos bonaerense y la Red Federal de Sitios de Memoria colocaron, en una sencilla y breve ceremonia, la placa alusiva de referencia.
Allí se destaca que la cuestión de la “preservación y señalización de los sitios de memoria hace visible la función que cumplieron durante el terrorismo estatal”.
El verde militar de la totalidad de sus paredes que antes infundía temor ahora pasó a ser reemplazado por “intervenciones” multicolor con algunas expresiones en manuscrito.
Una cadena con candado colocado en la puerta principal de acceso y el portón trabado hacen imposible mirar un poco más hacia adentro de la propiedad: apenas una de las ventanas de la planta alta que da al garage se ve abierta. En tanto, si alguien desde la mirilla que se encuentra en la puerta pintada de rojo intenso observa hacia el interior, sólo se encontrará con una imagen típica de tantos años de abandono, en donde la destrucción es marca registrada.